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La pelota de Tomás


La pelota de Tomás

La vecina un día dejará de devolver la pelota de Tomás de tanto que  cae a su patio, el pobre niño llorará por no recuperarla. Esto es lo que cualquiera podría esperar.
Con apenas solo siete años este infante cuenta con unas energías como  de dos críos. Por suerte, contamos con un patio en la casa para que pueda jugar, pero hasta hace poco le compramos una bola de futbol, esta esfera deportiva da muchos botes, por lo que siempre se le va por encima de la pandereta que divide nuestra morada con la vivienda conjunta. La dueña es una señora de avanzada edad que tiene dificultades al desplazarse, por lo que en algunos casos demora en devolverla.
Un día doña Elva tocó a nuestra puerta contándonos con mucha pena que  había perdido plantas de su jardín  a causa de estos incidentes. Llamamos a Tomás para que pidiera disculpas, y en un arranqué de rabia le gritamos que regalaríamos su balón  frente a doña Elva. Ante esto, lo primero que hicimos fue compensarla restaurando su jardín.
Con el tiempo, para evitar conflicto decimos esconderla, más no era impedimento para que siguiera inventando alguna actividad en qué entretenerse, pero con los días, su alegría y su icónica y destacada risa de un chicuelo feliz dejaron de escucharse. En sus tiempos libres ya no se veía enérgico sino todo lo contrario  apagado y triste ¿Cómo robarle la felicidad a un muchachito que está en la flor de su niñez? 
Después de dos semanas decidimos devolvérsela, cuando la fui a buscar para entregársela tocaron a la puerta,  Tomás la abrió, por seguridad fui detrás de él con el esférico en la mano, al asomarme veo a doña Elva entregándole una nueva y más grande pelota a Tomás diciéndole; toma pequeñín  no solo esto se pasa a mi patio sino que también tu inocencia y felicidad rebotan en mi corazón, ándale sigue jugando!
Tomás da las gracias y se va corriendo al patio.
¡Dios mío! ¡Ahora tendrá dos pelotas! Por respeto y agradecimiento me acerco a doña Elva dándole las gracias y diciéndole que no era necesario tal gesto, a lo que me respondió.
¡No lo hago por ti pajarón! sino por tu niño que como todos en el mundo merece ser feliz! Y anda comprando más plantas que agrandaré mi jardín.

Fin.

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