Angel Carmesí
Angel Carmesí
Me encuentro
escribiendo esta carta sin saber el motivo real, estoy conectado a unas sondas
que de seguro debe ser parte de mi tratamiento, ya que, al igual que mi esposa,
padezco de algún tipo de cáncer a la sangre, y hoy, al igual que ayer, no
siento dolor sino que muy relajado y casi levitando, por lo que cuando
despierto y veo este lápiz y papel escribo lo que creo conveniente. Gabriel
siempre fue un niño con muchos dotes, a muy temprana edad empezó a leer y a
escribir, y desarrolló una técnica de dibujo
muy avanzada con colores vivos y relieves casi palpables. Como padres
impulsamos su talento durante toda su vida y nos sentimos orgullosos, y él agradeciéndonos,
decía que cuidaría de nosotros y que nos mantendría vivos pase lo que pase.
Desperté. Hoy me he dado
cuenta de una cruda realidad. ¡Estuve secuestrado y encerrado durante todo este
tiempo en mi propia casa! Vi que estaba siendo drogado por las sondas que
desprendí de mi cuerpo. Quien llegue primero a esta casa, se encontrará con una
escena que jamás olvidará. El verdugo
fue nuestro hijo… ¡Por Dios! Escribo
estas líneas con las únicas fuerzas que me quedan.
Mi esposa -señor o
señora- yace muerta a mi lado, debe llevar muchos meses en estado de
putrefacción, ya que las larvas se logran ver en cada orificio de su cuerpo. No
pude ni llorar porque me siento seco por dentro y no me refiero solo al cuerpo,
sino que de mi alma también.
-Hoy he matado a mi
hijo “Dios santo”.
Al despertar lo primero
que hice fue incorporarme con mucha dificultad, estuve durante horas
arrodillado viendo la atrocidad de los hechos, lo peor de todo es ese cuadro
maldito y grotesco que verán, “por favor quémenlo se los pido”, era la silueta
de mi esposa dibujada en un gran lienzo y la pintura roja que ahora se ve opaca,
¡Es su sangre!… aún logro recordar con imágenes borrosas cómo nuestro ángel de
la muerte, luego de pasar un algodón con algún especie de químico, los colores
resaltaban, y hacían que el color rojo carmesí sobresaliera entre todos,
mientras él se sentaba a ver su obra maestra.
Sabía que regresaría y
fue por eso que con las últimas energías
que me quedaban, cogí las malditas agujas a cuales estaba conectado y lo esperé
detrás de la puerta. Apenas dio un paso al interior, con mucho ahínco le clavé la aguja un sinfín
de veces por su cuello acabando con su vida.
“Señores… era mi hijo,
nuestro hijo y lo he asesinado”.
Creo que eso es lo último que recuerdo, ahora espero logren entender mi caligrafía ya que apenas logro sostener este lápiz… Gabriel que bella pintura… Tus diplomas y logros son nuestro orgullo…. ¡No más por favor!... ¡Basta!... Era tu madre Gabriel ¡por qué!… Soy su padre, siempre lo amaré. Era mi ángel, mi ángel de la muerte.
Fin.
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