Una hermosa mañana
Una hermosa mañana
De
repente, me hallaba en un bus camino a mi pueblo natal, Chancay, provincia de
Huaral, ubicado a una hora y treinta minutos al norte de Lima, cruzando el
Histórico puerto de Ancón. Podía apreciar las olas y el inmenso Océano
Pacífico, de aguas profundas y azules, que bañan los pies del serpentín de
Pasamayo, carretera repleta de cerros prominentes y arenosos. El bus recorría
un camino angosto de solo dos carriles; de ida, iba cerca del precipicio de más
de cien metros de alto divisando el horizonte y viendo cómo las olas reventaban
a los pies del camino. Era inevitable pensar que, si el conductor hacía una
mala maniobra, la muerte sería segura; de regreso, el peligro no era menor, ya
que encima se encuentran unas rocas milenarias apenas tapadas por la tierra que
tiende el viento.
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Después de más de una hora de viaje,
el bus llegaba a la plaza principal de la ciudad de Chancay. Redonda y gigante,
con una glorieta estilo español y con adoquines a su alrededor, era la típica
plaza donde el correo central, la municipalidad y la iglesia quedan juntas.
Estaba casi igual que entonces; habrían pasado unos veinte años desde que no
veía aquel lugar. La nostalgia estaba a flor de piel y lo primero que hice al
bajar y dar un paso hacia la derecha del bus fue respirar profundamente y al
exhalar despacio sentí un nudo en la garganta por la emoción y la satisfacción
de estar nuevamente en aquel lugar. Como no llevaba ningún tipo de equipaje, me
acoplé a la multitud, que me arrastró hacia ella; en contra de mi voluntad, mi cuerpo
se movía junto a las personas que descendían y caminaban sin rumbo, atravesando
la plaza. Por lo menos, era eso lo que sentía. Como dije todo empezó cuando
estaba dentro del bus: no sabía el por qué, ni el cómo, ni de dónde partió.
Quizá, los constantes deseos me llevaron a visitar el lugar que me correspondía
por mi idiosincrasia, ya que, en realidad, vivo en otro país y por más que
deseara viajar me era muy difícil, salvo en sueños.
Además de encontrarme con estos
sentimientos, había algo diferente en el ambiente, ya que mientras caminaba
sentía que algo estaba mal, algo extraño estaba por suceder. En ese momento,
aparecieron personas corriendo hacia nosotros, se escuchaban gritos advirtiendo
que no siguiéramos ese camino. Me sentía incómodo, pero el grupo de personas
hacían caso omiso ante estas advertencias. De repente, el cielo se nubló, el
sol brillante que siempre está presente en este pueblo desapareció y
continuaban apareciendo personas cada vez más aterradas. Algo que aún recuerdo
muy bien es que vi a una madre con ropa típica de la sierra peruana; traía a su
hijo amarrado en la espalda e iba corriendo desesperadamente, con los ojos
llenos de lágrimas, tratando de huir de aquella situación. ¿Qué estaba
sucediendo? ¿Hacia dónde íbamos? Era lo que me preguntaba; sin poder moverme a
voluntad, seguía en esa dirección. Apenas lograba mover mi cabeza de lado a
lado para tratar de divisar algo.
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A dos
cuadras de la plaza, me detuve; ya tenía libre control sobre mí, pero las demás
personas seguían marchando como si estuvieran siendo atraídos hacia algún
lugar, como si fuera un deber seguir ese camino. Como me empujaban sin
inmutarse, me hice a un costado y vi que, de pronto, aparecen muchas nubes
grises con un extraño resplandor. Supuse que se pondría a llover y que en
cualquier momento se escucharían los sonidos de los truenos, pero era muy
extraño, ya que en este lugar nunca ha habido tormentas. Rara vez llovía, ni
siquiera en invierno. Un vendedor de paraguas en esta zona, simplemente se iría
a la quiebra. Estas nubes estaban muy por debajo de su lugar habitual y emitían
un tipo de sonido eléctrico. De pronto, ese resplandor se tornó de un color muy
brillante, era casi imposible fijar la mirada, y comenzaron a lanzar relámpagos
hacia las personas, a las cuales prácticamente despedazaba, así como también a
cada ser y objeto que alcanzaba; en ese momento, comprendí que por ello las
personas escapaban de aquel lugar. Me quedé observando y pensando que esto no
era real y que no tenía por qué temer, cuando de pronto, una persona fue
alcanzada por uno de estos rayos y una de su extremidades cayó a mis pies. Me
agaché para palparla y aún estaba caliente, el hueso era visible y la carne
achicharrada era real. Hasta ese momento, no sentía pánico, pero aun así empecé
a correr sin pensarlo más. Corrí lo más rápido que pude y al llegar a la plaza
todo era un caos: las personas estaban desesperadas por abordar algún medio de
trasporte para escapar, tipos que golpeaban para subirse primero al bus… Los
autos y las famosas moto-taxis que abundan, partían sin esperar a que las
abordaran. Encontré, a lo lejos, el bus en el cual había llegado, pero cuando
apenas había emprendido la carrera para alcanzarlo, arrancó y partió, dejando a
muchas personas en tierra. Corro detrás suyo, pero fue imposible; apenas llegué
a golpear la parte trasera del bus. Los gritos de las personas empezaron a
hacerse más fuertes; algunos se refugiaron en la iglesia, pero estaba casi
colapsando de lo llena que estaba.
Las nubes regresaron, esta vez casi
en formación. Eran más de veinte, en fila, lanzando sus rayos, que se
concentraban solo en las puntas como si tuviera una especie de cañón ¿Pero qué
sucede? Simplemente, ¿será otra de mis pesadillas? ¡Por qué diablos tienen que
ser tan reales! Me arrodillé tomándome la cabeza esperando a que esto
terminara, pero no fue así. La sensación de desesperación me dominó, pero algo
sucedió en ese momento que me llamó la atención: oí el llanto de un bebé y al
levantar la mirada vi a la misma mujer que había visto hace un rato; estaba en
el suelo, pidiendo ayuda. Al parecer, estaba atrapada debajo de unas ramas, ya
que un árbol le cayó encima y la aplastó por proteger a su bebé. Tome valor y
me dije: “esto no terminará así”: Me apuré; rara vez podía tener control en mis
sueños; corrí para socorrerla, pero ella estaba condenada, ya que tenía sus dos
piernas literalmente reventadas. Entre lágrimas, me dijo algo en quechua sin
entender nada; solo tomé a su hijo y lo aferré entre mi pecho. En su último
aliento, le tomó la cabeza y lo besó y su muerte fue inminente. Levanté la
mirada y esas malditas cosas se acercaban cada vez más, miré alrededor buscando
un lugar donde poder esconderme. ¡Si hubiera algún tipo de subterráneo o
almacén…! Pero todo estaba cerrado.
Incluso, en algunos lugares, las personas luchaban por entrar a la fuerza. Sin
rumbo, solo corrí sintiendo cómo la brisa y el olor de la carne quemada estaban
tocando mi nuca. Doblé una cuadra por la avenida principal; ya estaba a dos
cuadras de la plaza, cuando, de pronto, las personas que estaban corriendo
delante de mí se detienen y emprenden marcha atrás. Observé que de los cerros
se acercaban más de estas nubes y prácticamente estábamos rodeados. Regresar o
avanzar no tenía sentido. Miro el rostro del bebé, que se está chupando un
dedo, contemplo su hermoso rostro, lo acerco al mío para sentir su aroma. En
ese momento, me sentí indefenso, y ya estaba a punto de desplomarme en el piso
cuando alguien abre una puerta y me jala hacia el interior de lugar. Había muchas
personas escondidas debajo de sillas y mesas. Era una familia entera. Me
entregan una manta indicándome que me sentara. Temía hablar, por considerarlo
algo estúpido pero tenía que preguntarlo ¿Alguien sabe qué son esas cosas? ¿Qué
está sucediendo? El hombre que me acogió mientras aseguraba la puerta con un
enorme fierro solo dijo:
-Nadie sabe de dónde salieron esas cosas. Los días han sido
soleados y calurosos, esto no tiene sentido- dijo mientras los gritos y
lamentos fuera del lugar seguían sin cesar.
Hubo un silencio repentino, el hombre se acercó para
observar por la ventana y nos contó que algo estaba pasando.
- Al parecer, esas cosas se están yendo, se están elevando.
Mi curiosidad hizo que me acercara a
la ventana, pero no podía ver nada. ¿Qué hacemos? Los vecinos empezaron a salir
para ver qué estaba sucediendo ¿Ya habrá terminado todo? Me preguntaba: ¿por
qué no despierto aún? En ese momento, tomé la decisión de salir. Le pedí a una
de las mujeres que estaban en la casa que por favor cuidara del bebé. Sin
pensarlo, quité la barra de la puerta, pero el hombre me dijo que aún no era
seguro. Yo le respondí que en ningún lugar lo estaremos. Necesito ver qué está
sucediendo allá arriba. Salí del lugar, el hombre también lo hace. Todo el
mundo afuera miraba hacia el cielo, las nubes se estaban desvaneciendo y el
sol, que estuvo presente como todos los días, brillaba como nunca antes lo
había visto. Sus rayos cálidos dieron, por un momento, un abrazo de esperanza.
Algunas personas se arrodillaban como si alabaran al astro; otras, se
abrazaban, pero esto cambió drásticamente cuando alguien gritó ¡No, Señor!,
¡Dios mío, No! Allá, señaló hacia el cielo; era una nube gris, inmóvil y empezó
a desvanecerse, pero se podía sentir algo extraño, que estábamos siendo
observados o algo estaba encima de nosotros. De pronto, donde se encontraba la
nube, se encendió un punto brillante exactamente igual a lo que se vio antes.
Al hacerlo, el resplandor mostró la forma de una nave casi transparente.
Comienza a multiplicarse por todo el cielo el punto de luz brillante, y eran no
cientos, sino millares de estas cosas por encima de nosotros. La sensación de
que iba a suceder algo horrible de forma inminente se apoderó de todos. Muchas
personas solo se abrazaron, la desesperación se transformó en resignación. Regresé dentro de la casa, corrí y tomé al
bebé entre mis brazos, lo abracé y lo puse junto a mi pecho; acerqué mi rostro
al suyo por última vez susurrándole: “ya todo va a terminar, falta poco”.
Levanté la miranda cerrando los ojos esperando que de una buena vez despertara
de este horrible sueño. El impacto en la tierra se sintió con un solo temblar-
Como si miles de agujas atravesaran cada
poro de mi piel, la sangre se me congeló, mi cuerpo se tensó y al abrir los
ojos, la oscuridad absoluta abarcaba mi campo visual; solo se distinguía un
gran punto dorado, como una esfera de fuego con una línea recta negra, como los
ojos de los gatos, a plena luz se extinguía lentamente hasta desaparecer. Cerré
los ojos nuevamente, sentí que no podría volver abrirlos hasta que un gran
escalofrío estremeció mi cuerpo.
Despierto y estaba muy aferrado a la sabana;
me hallaba destapado hasta la cintura. Me levante, vi el reloj en la pared;
eran las seis treinta. La ventana estaba abierta de par en par, me acerque y
juro que esa fue una hermosa mañana, con el sol radiante saliendo entre las
montañas.
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El medio sueño!, mezclas de aventuras hollywoodenses jejeje
ResponderEliminarjajaja Bueno como siempre dicen que los ovnis solo atacan E.E.U.U. aquí los traje a Sur América.
ResponderEliminarWow!, esta bueno, me imagine Chancay y como conozco los lugares que describes fue fácil transportarme. Algunos detalles de redacción pero por lo demás todo cheere :) Después te voy a contar uno de mis sueños super marcianos también con OVNIS.
ResponderEliminarHola Arturo, aquí PP Ruiz. Buen comienzo, claro el relato y el avance. Buena la atmósfera de un lugar que el autor conoce pero a medida que vas terminando, se desinfla y con el final abrupto del despertar del protagonista, no hay éxito.
ResponderEliminarEn lo posible, nunca, nunca, utilices para un final de tu creación, el despertar de un sueño o la muerte del protagonista. Es como una salida fácil, que dado lo positivo del desarrollo, permite pensar que no tuviste la capacidad de darle un mejor y creativo final.
Sigue dándole a la escritura, vas bien.
Gracias por tu comentario, tienes toda la razón en esos años no contaba con una estructura ni técnica. Pienso editar varios de mis primeros trabajos. Pero mejorando siempre con las opiniones. Saludos!
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